Una distinción previa: la simpleza, que es pariente de la estupidez, no suele estar cotizada y no tiene que ver con la sencillez.
La sencillez no necesita definirse, la reconocemos cuando la vemos: es un atributo, un atractivo de las personas. La simpleza es más propia de las cosas, y también de algunas personas.
La sencillez no pretende ser una palabra importante, como tampoco pretende serlo una persona sencilla. La sencillez siempre estuvo a dieta, fue frugal, amiga de lo necesario. ¿Cuánto es lo necesario? lo suficiente, respondería.
La sencillez es inclusiva, integradora: acoge tanto al científico/a sabio/a y humilde, como al pastor/a, que sabe quién es, y lo que necesita saber para su vida. Permite conectar fácilmente a ambos, desde la sencillez y la naturalidad.
La sencillez no rivaliza con las otras palabras, ni compite para hacerse un hueco en las oraciones, ni en lo versos, ni en las sentencias… sencillamente es, está, nada más.
Por eso es tan buena para tantas cosas, entre ellas, para mantener a dieta a nuestro ego.
La sencillez no es absolutista, ni tiende a los excesos, ni tampoco a las carencias, más bien se expresa en su naturalidad, en su moderación. La sencillez casa mal con la complejidad, con la sofisticación, con la doblez.
Mostrar integridad personal ¡ser uno! Es una muestra de sencillez. Tener la conciencia tranquila es un síntoma de sencillez, estar y ser consciente, también.
Hablar con sencillez es una señal de accesibilidad, de escucha y de sensibilidad. Hablar con sencillez es hablar menos, y mejor, es el camino más fácil para ser impecable en las palabras. Tal vez por esto la sencillez se acerca al pensamiento claro, a la observación desapegada, al sentido común, que es sabiduría común de todos.
Tal vez por esto, cuando hay que elegir, las personas sencillas hacen mejores elecciones: de compañías, de caminos, de cosas… Tal vez por esto la sencillez atrae, es sincrónica, y la complejidad, no tanto.
Y tal vez por esto, valoramos mucho las cosas que crean las personas con sencillez, buscando su naturalidad y la practicidad, como lo es un poka yoke para los ingenieros, o los muebles de Ikea, para los ikenianos. La sencillez es como una acción que siempre da buenos dividendos; porque, aunque viene de «dentro» de la persona, son los otros los que la aprecian.
Las preguntas son la energía de la sencillez, por eso las preguntas no la pueden anular. Las respuestas sí. Por esto, la sabiduría, los sabios, suelen expresarse con sencillez, se centran en las preguntas, y confluyen. Los ignorantes o inconscientes no, se centran en sus opiniones y creencias, y divergen.
Los pensamientos, cuando son sencillos, breves y claros, ¿no es verdad que son más útiles?
Y tal vez por esto, las personas sencillas caminan ligeras y livianas por la vida.
Las personas sencillas tienen la conciencia de que simplemente existen, que solo tienen una vida, y que en gran medida de ellos depende que sea una ¡buena vida! Y nada más.
La sencillez se ocupa del presente: ¿qué necesito, qué se necesita, qué es lo correcto?
Es por esto que entre los distintos roles que tengo, aprecio el de facilitador, porque cada vez que leo sus sinónimos me quedo en paz, y cuando leo sus antónimos sonrío por tener tan buena suerte.
Y tú, ¿qué aportará a tu vida aumentar tu sencillez y tu naturalidad?
¡Felices Fiestas! José Joaquín Marí.
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